Guggenheim, el museo que cambió Bilbao

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Museo Guggenheim, Bilbao
Vista nocturna del Museo Guggenheim, Bilbao

Corría el año 1991 cuando el Gobierno Vasco retó a la Fundación Solomon R. Guggenheim a dar nueva vida a la decrépita zona portuaria de Bilbao, mediante la creación de un nuevo museo de arte moderno. El proyecto fue entregado al arquitecto Frank Gehry, con instrucciones de crear algo audaz e innovador. ¡Y él hizo!

Como admirador de la arquitectura, el edificio Guggenheim de Bilbao siempre me ha fascinado. Creo que es una de las creaciones públicas más extraordinarias de la arquitectura contemporánea. Al menos para los ojos de un profano como el mío. Pero lo cierto es que, como obra de arte, el edificio es un desafío a la imaginación y creatividad de todos. Un ejercicio curioso y divertido, casi como ver formas en las nubes.

Para mi hijo menor (cinco años), por ejemplo, desde fuera el Guggenheim parece “un tobogán gigante”. Para mí es como si alguien hubiera arrugado una hoja de papel y la hubiera dejado caer, y el resultado fue la forma revestida de titanio de Gehry para el museo. Para mi hija de 12 años, el Guggenheim parece una flor; y es el que más se acerca a las ideas del arquitecto.

Guggenheim BilbaoGuggenheim Bilbao
Las curvas recubiertas de titanio del Museo Guggenheim

Al parecer, Frank Gehry en realidad quería crear curvas aleatorias (como en mi teoría de la hoja de papel) recubiertas de titanio, justificando que “la aleatoriedad de las curvas está diseñada para capturar la luz”. En cuanto al interior, se diseñó “alrededor de un gran atrio lleno de luz, con vistas a la ría de Bilbao y las colinas circundantes del País Vasco”. Y la clave visual es precisamente este atrio, al que Gehry apodó exactamente “Flor” por su forma.

Cualquiera que sea el significado de las curvas del edificio, una cosa es inequívoca: el Museo Guggenheim contribuyó decisivamente a la transformación de Bilbao. Es uno de los mayores ejemplos del poder de la arquitectura como motor de cambio en lugares menos favorecidos: los llamados “efecto bilbao“.

El entorno y las obras de arte en el extranjero.

Mamá, de Louise Bourgeois, Museo GuggenheimMamá, de Louise Bourgeois, Museo Guggenheim
MamáLa araña de Louise Bourgeois en el exterior del Museo Guggenheim

Visitar el Guggenheim estaba naturalmente en nuestra lista de cosas que hacer en Bilbao. No tanto el museo en sí –tarea para la que los niños necesitan una motivación extra– sino, principalmente, la contemplación del edificio y el espacio circundante. Es donde se encuentran algunas de las obras más emblemáticas del museo.

En este sentido, una de las creaciones artísticas que más curiosidad sentían los niños –y yo mismo– por conocer era la araña. Que es como decir, el Mamá, de Louise Bourgeois. Sin contar la arquitectura del propio museo, es probablemente la obra más emblemática del Guggenheim.

Porque, lamentablemente, Cachorro, el perro de flores que Jeff Koons instaló en el exterior del museo, fue cubierto con andamios para su mantenimiento bianual. Estoy seguro de que a todos les gustaría, pero esto deja más tiempo para apreciar lo extraño. El gran árbol y el ojodel escultor Anish Kapoor, y la obra Tulipanes, también de Jeff Koons, que vimos primero desde la distancia y luego, dentro del museo, con más detalle.

Niebla, Fujiko NakayaNiebla, Fujiko Nakaya
Escultura de niebla (FOG) por Fujiko Nakaya

Por la noche, todavía apreciaríamos lo efímero. Escultura de niebla (FOG) por Fujiko Nakaya y el Fuente de fuego, de Yves Klein; obras que son más difíciles de entender como arte, por mucha libertad interpretativa que se le conceda al arte contemporáneo. Todas estas obras complementan el espacio interior del museo, formando un todo con un impacto significativo en la vida de la ciudad.

fue mucho para falla a partir de la obra futurista de Frank Gehry que Bilbao entró en el mapa turístico del País Vasco, de España, de Europa. Fue el museo el que me hizo querer visitar Bilbao hace unos años; por lo que no bastaba con contemplarlo desde fuera.

Luego fuimos a visitar el interior del Museo Guggenheim y ver las exposiciones, en contra de la voluntad de los niños, que ya mostraban signos de cansancio. Estoy acostumbrada a lidiar con la frustración cuando viajo con niños y a renunciar a hacer muchas cosas; pero esta vez los adultos impusieron su voluntad.

En las entrañas del Guggenheim

Visita el Museo GuggenheimVisita el Museo Guggenheim
La Ría de Bilbao vista desde el interior del Guggenheim

Nada más entrar nos atrajo la instalación. La cuestión del tiempo, de Richard Serra. Confieso algunas limitaciones para comprender la profundidad asociada al arte contemporáneo, algo que volvió a suceder esta vez.

Di la literatura oficial:

“La distribución de las obras a lo largo de la galería crea pasillos de diferentes proporciones (anchos, estrechos, alargados, comprimidos, altos, bajos) y siempre impredecibles. En la instalación también hay una progresión temporal. Por un lado, el tiempo cronológico necesario para recorrerlo y observarlo de principio a fin; por el otro, el tiempo de la experiencia en el que fragmentos de memoria visual y física permanecen, se combinan y se reexperimentan”.

¡Es!

No digo que no me haya gustado, porque visualmente la obra es imponente y atractiva; Sólo digo que no entendí. También echamos un vistazo a las otras exposiciones, temporales y permanentes, incluida una de fotografía, y las pinturas de Andy Warhol y otros que forman parte de la colección del museo.

Sólo entonces nos detuvimos para apreciar realmente la Flor por Frank Gehry. Con el cuello doblado, me encontré contemplando las entrañas del Museo Guggenheim; la inmensa luz que dejan pasar los gigantescos ventanales; la complejidad arquitectónica de las formas idealizadas por Gehry. ¡Es bonito!

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El atrio del museo.

Es difícil que no te guste el Guggenheim. Al menos del edificio, como obra arquitectónica de excelencia. Cuando se trata del museo en sí, sin embargo, y como el Guggenheim no cuenta con una exposición permanente de inequívoco atractivo –además de la desafiante obra “La materia del tiempo”, de Richard Serra-, siempre es difícil dar una respuesta definitiva. opinión sobre si merece la pena o no merece la pena visitar el Museo Guggenheim.

Por mi parte, y aunque no me fascinó lo que vi en su interior, sinceramente creo que vale la pena visitar el museo. Aunque sea sólo para conocer el interior de la obra maestra de Frank Gehry.

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Cómo llegar a Bilbao

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Desde el aeropuerto hasta el centro de Bilbao hay un autobús que cuesta 3€ y tiene cuatro paradas en la ciudad. Son la Alameda Recalde, la Praça Moyua, la Gran Vía y la terminal de autobuses. Es una opción perfecta para quienes se alojan en la comarca de Abando; A otros lugares se puede acceder fácilmente a pie o en transporte público desde Moyua.

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Acceso al museo

La entrada cuesta 10€ por adulto, y los niños de hasta 12 años entran gratis. El billete da acceso a una audioguía disponible en varios idiomas (pero lamentablemente no en portugués).

Destacar que, en octubre (mes que visité Bilbao), el museo estaba prácticamente vacío; pero en los meses más ocupados puede valer la pena comprar el billete con antelación, para evitar colas; y eventualmente visitar el museo con un guía.

Si viajas sin niños y quieres vivir una experiencia gastronómica estelar, prueba una comida en Neruael restaurante del Guggenheim.

Donde quedar

Para información más detallada consulta el texto sobre dónde alojarse en Bilbao.

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Artículo publicado en www.almadeviajante.com

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